San Isidro: el muralista que recorre el Municipio en busca de una buena pared

Tomás Menéndez, vecino de Martínez, empezó haciendo grafitis. Sus últimos trabajos fueron en las bicisendas del Bajo.

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Al pasear por las calles del partido de San Isidro, es posible que se encuentren grafitis, pegatinas o murales. Algunas de estas corresponden al vandalismo de los jóvenes que, como signo de la rebelión, se animan a cambiar la apariencia de la propiedad pública y privada. Otras obras forman parte de una gran obra de arte, requiriendo mucho tiempo de producción, bocetos y diferentes materiales. Sin embargo, si tienen algo en común, hay una historia detrás de cada pintura.

Un ejemplo de ello es Tomás Menéndez (30). “De chico hacía grafitis en las calles de San Isidro. Hoy soy arquitecto, pero también me defino como artista visual autodidacta y muralista”, dice el vecino de Martínez. Es que, luego de su paso por la Universidad de Buenos Aires, no sólo se dedica a diseñar proyectos arquitectónicos, sino que también destina buena parte de su tiempo a embellecer las paredes del distrito.

“Mamá: quiero ser artista”, señala uno de los afiches confeccionados por el sanisidrense.

Menéndez explica: “Dibujé toda mi vida como un pasatiempo. De chiquito, hacía talleres de cómics e historietas y, de adolescente, salía a escribir mi nombre en la calle con aerosol como un acto vandálico. A los 18, arranqué arquitectura y me di cuenta de que podía mejorar la parte técnica”.

Finalmente, a sus 24 años comenzó a vivir el arte como una profesión: “No podía escapar de esto. Hay muchos prejuicios y pareciera que hay que declararse. Cuando uno decide estudiar para ser contador, no tiene que explicar cómo va a vivir o cómo va a generar ingresos. Pero cuando querés ser artista, sí. Yo me tuve que recibir de arquitecto primero para demostrar que también podía hacer esto”.

“Tengo una empresa de arquitectura, entonces pasó bastante tiempo con la computadora haciendo dibujos técnicos o trabajando en algún proyecto. Pero cuando termino, agarro los aerosoles y me pongo a pintar sobre bastidores. Soy muy productivo”, reconoce. Y sostiene: “Ambos proyectos tienen puntos en común como la disponibilidad de tiempo, la forma de trabajo y el lugar en el que los llevo adelante. Pero no tienen un vínculo muy fuerte en lo que respecta a la parte creativa”, explica el artista.

Tomas comenta: “La parte más complicada a la hora de hacer un mural es encontrar la pared. Aunque suene raro, no hay muchas y para hacer una obra grande hay que charlarlo con el dueño de la propiedad. Generalmente, cuando ya está graffiteada, te dejan intervenirla”.

Asimismo, agrega: “Se continúa haciendo un boceto, consiguiendo sponsors y adquiriendo la pintura. Esto es como pintar una casa, no se puede utilizar un acrílico como si se tratara de un cuadro. Hay que usar materiales bien gruesos como aerosol, esmalte al agua o látex”.

Sus últimas intervenciones de arte urbano se localizan en Diagonal Salta y Mariano Ezpeleta, la bicisenda del bajo entre Perú y Alvear y la estación San Isidro del Tren de la Costa.

Mientras diseña y lleva adelante murales para restaurantes, bares, cervecerías y viviendas por encargos particulares, Tomás asegura: “Con los vecinos hay muy buena onda. Todo se da según cómo se encare la situación. En general, con los grafitis hay desencuentros y no les divierte. Pero si se trata de mejorar una pared con un gran trabajo artístico detrás, la respuesta es muy positiva porque no se lo ve como una rebeldía. A los sanisidrenses les encanta y lo agradecen”.

Ya constituido como artista visual por sus obras en diferentes zonas del Gran Buenos Aires, ahora se anima a proyectar en grande: “Sueño con desarrollarme artísticamente en Barcelona”.