La toga y el azufre

En ciertos países latinoamericanos podemos vislumbrar el avance de los poderes judiciales como supuestos reivindicadores de la justicia sobre el mundo de la política. Con una clara y metódica parsimonia a lo largo de estos años han logrado invisibilizar sus verdaderas intenciones para caer luego, como aves rapaces, sobre sus víctimas.

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Han entendido que el escarnio público y el publicado son mecanismos eficaces para re posicionarse en una sociedad que también critica y sospecha de sus funcionarios judiciales. Proyectan en sus justiciables los extremos de corrupción del que , en algunos casos, son partícipes necesarios…

La resolución de prisión preventiva y detención dispuestas por la Corte Nacional de Justicia de Ecuador contra Rafael Correa representa un atentado político instrumentado mediante un ardid legitimante propio de un poder estatal arbitrario y tendencioso. Es entonces que pareciera que nada ha cambiado desde aquellas sentencias emanadas de los tribunales de la Inquisición española las cuales formateaban el proceso legal con la clara intención de justificar su solapado crimen. Y esa forma de ejercer la judicatura debiera poner en alerta a todo nuestro querido Ecuador puesto que nadie se encuentra exento de esta modalidad inquisitorial que hoy tiene por claro objetivo al Presidente Correa.

Forzamientos innecesarios de la coerción física nos llevan a considerar que todavía se encuentran enquistados, en las máximas jerarquías del poder judicial ecuatoriano, personajes nefastos y vetustos asalariados en definitiva de quienes potencialmente serán sus víctimas…

Deviene menester en nuestras castigadas democracias reforzar (o modificar) los ya existentes mecanismos de contralor en la elección de los integrantes de la judicatura y el ministerio público fiscal; de lo contrario seguiremos retrocediendo en cuatro patas hasta el pleistoceno…

El debido proceso, la presunción de inocencia, la dignidad y la honestidad de muchos jueces, la sana crítica caen de bruces ante la desproporción de estas resoluciones en análisis que no son otra cosa que nuevas formas de disciplinamiento socio-políticas.

Los funcionarios judiciales en Ecuador que dan rienda suelta a estas arbitrariedades comprenden, con precisión de cirujano, el impacto que dichas resoluciones irrogan en la sociedad nacional e internacional. Y sonríen con mueca macabra ante las críticas, satisfechos de haber cumplido con los ideólogos de “la gesta patriótica”…

Son miembros activos y calificados de un plan más elevado que, siguiendo la tácticas de “sombras y nieblas” otrora diseñado por Joseph Goebbels en el siglo pasado, facilita la entrega del país a grupos económicos transnacionales, la manipulación de los recursos naturales y el comando a distancia de la política local desde despachos imperiales.

Deslegitimar a Rafael Correa a través de un proceso penal absurdo, sin sutento probatorio o peor: bajo la construcción artificial de pruebas o indicios, no tiene otro objetivo que menospreciar o atacar la verdadera culpa del ex mandatario ecuatoriano. Y esa responsabilidad se traduce en la enorme transformación realizada a lo largo de una década en pos de una sociedad más equilibrada y con mayor acceso a las necesidades básicas en consonancia con una bonanza económica que, en definitiva, favoreció a todos los estratos.

Y esto último duele en ciertos espacios de poder donde los modelos de país neoliberales confrontan evidentemente.

Analizando las actuaciones que llevaron a la CJN a tomar la decisión que hoy se cuestiona, como oportunamente el “juicio exprés” llevado adelante contra Jorge Glas, me viene a la mente el concepto de realismo mágico.

Y antes que piensen que perdí el norte paso a describir la representación de mi subconsciente: en el referido género literario y artístico se utiliza la fantasía, la exacerbación de los personajes o individuos reales, la metáfora, etc., como forma de escape y resistencia contra la arbitrariedad del presente. Más precisamente recordé a José Arcadio Buendía, genial fundador de Macondo en la inspiradora “Cien Años de Soledad “de García Márquez. Entre sus ansias de conocimientos y proyectos delirantes Buendía abrazaba la alquimia inspirada por ese oscuro personaje, extraño y que llevaba un sombrero de alas de cuervo: el gitano Melquíades. Más este último y sus discípulos representaban a los heraldos del progreso. Pero también conviven, como en nuestra sociedad, otros “magos y alquimistas” en la obra: los abogados, siempre entrelazados cuando de por medio existía un conflicto de poder y descriptos con tintes oscuros o sombríos.

Soy abogado pero no me identifico con este tipo de oscuros heraldos pero si, como ya podrán advertir, puedo o quiero asociarlos con esta realidad jurídica punitiva latinoamericana.

La alquimia, desde lo occidental, ha estado estrechamente relacionada con el hermetismo que luego devino en el esoterismo detentando la característica de sistema filosófico y espiritual. Nada más parecido a oscuras oficinas donde se toman decisiones trascendentales a espaldas de los sistemas abiertos y legales.

Ese sincretismo con sus ampulosas palabras, despachos plagados de decadentes oropeles y secretos de estado, protocolos monárquicos y pasillos encerados no son otra cosa que el aggiornamiento de espacios conspirativos y reaccionarios.

Y debe el Estado ecuatoriano en sus tres poderes asumir su culpa: la fantasía, lo grotesco, lo exacerbado, lo ampuloso, lo demoníaco y lo falaz aplicado a la persecución política del oponente. La teatralización del castigo y la demostración del poder desde el cadalso con un verdugo desapasionado que solo cumplirá la orden.

Esa “oda” a la picota tan propia de los inescrupulosos, o escrupulosos cipayos…

El pedido de prisión para Rafael Correa, para ir finalizando y en consonancia con mi asociación libre, deviene en un arbitrio que parece cosa de magia…realizado por luctuosos abogados que no son otra cosa que ilusionistas del derecho.

Por Dr. Diego Dieguez Ontiveros